La escenografía de "El lazarillo de Tormes" tiene dos elementos claramente diferenciados: El que sirve para definir el espacio en el que se desarrolla la acción y el que sirve para comentar dicha acción.
Para el primer elemento se utilizan tres volúmenes de entre 3 y 5 metros, no figurativos. Son tres módulos que giran sobre si mismos y con los que se pueden componer tantas escenas como posibilidades hay de combinarlos. Así, con el módulo central se representa el puente, la calle, el palacio. En su interior hay 3 paneles con imágenes cuando se representa como puente y son: El silencio, pies en el agua y faro y oleaje. Representan la pérdida de la inocencia, la pobreza, la huida, el frío. Igualmente, en el módulo central hay un tobogán, como metáfora del comienzo del viaje de Lázaro, un viaje que va a ser solo de ida, sin posibilidad de vuelta atrás.
Con los módulos laterales se representa la alcoba, la taberna y la calle. Disponen de unas estructuras que giran sobre sí mismas en las que se insertan paneles con imágenes que definen cada uno de esos ambientes. También tienen dos puertas correderas que amplían el campo de visión y que permiten jugar con el espacio. Así, la calle se define con imágenes de miradas: miradas de compasión, de dureza, de indiferencia, de tristeza, enfado, anhelo, etc... La alcoba se representa con paneles en donde hay imágenes de panes. La taberna con Imágenes de vino, de uvas color burdeos.
En el suelo de los 3 elementos se utiliza panel desgastado, pisado y aspecto sucio. Por otro lado, el suelo del escenario se representa con adoquines en el que se introduce un mapa del peregrinaje del Lazarillo y un juego de composición con determinados y puntuales colores. Aún así, el color presominante en el conjunto es el color óxido y el ocre.
El segundo elemento es totalmente opuesto, ya que se compone de 4 esculturas figurativas, que representan el tiempo, la madre, el viento y el viaje, tras las cuales se esconden los diferentes personajes cuando actúan como coro y comentan la acción.
Con todos estos elementos se pretende crear una atmósfera, a veces inquietante, de una época que podría ser anterior o futura. La indefinición temporal nos ofrece también una posibilidad de reflexión espacial que nos lleva a escenarios anclados en sueños, en los que la acción es la dueña de la atención.